Mi relación con Mónica estaba muerta. Solo nos mantenía unidos el jodido sexo. No se sus motivaciones para seguir torturándonos, pero a mi, el olor que destilaba su piel me excitaba de una manera que no llegaba a comprender. Mi voluntad quebrada por su bello cuerpo. No podía huir a ninguna parte.
Un día cualquiera perdido en mis desvaríos, en una farmacia oí que la paroxetina podía disminuir la libido. La solución? Al principio no note efecto alguno, pero insistí y sobre las dos semanas de consumirla mi deseo cayó derrotado.
Después vino el esperado naufragio. Mónica nunca supo que me castré intencionadamente, pero fue la mejor solución. Ahora, olvidada la droga, prácticamente no nos vemos… quizá no pueda ser de otra manera.
Muy bueno.
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